Poem rouge, de Gare du Nord

 

Caso de éxito: web soluzionasesores.com » Objetivos al 100% en 2 meses

Showcase diseño y desarrollo de web 100% de éxito en consecución de Objetivos

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Showcase diseño y desarrollo de web 100% de éxito en consecución de Objetivos: http://soluzionasesores.com

 

Objetivos previos:

En este caso, el cliente no quería la web –ni todavía la quiere, lo considera prematuro– para su difusión general (de aquí que, por poner un ejemplo, carezca incluso de blog), si no para mejorar su imagen corporativa y –fundamental– captar tres clientes de alto interés con los que había iniciado negociaciones… Su propósito era apoyar su exposición de oferta de servicios económico-financieros siguiendo el hilo de la web.

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Desde el principio trabajamos en estrecha coordinación.       

  1. Trabajamos conjuntamente el nuevo nombre de la empresa, y nos propusimos que sirviera a la vez, sin variación alguna, como nombre de dominio útil para el futuro posicionamiento. 
  2. Diseñé el logotipo de la asesoría. 
  3. Tras el procedente estudio de mercado y sitios webs de su competencia, preseleccioné 5 plantillas WordPress para decidir la definitiva: ambos coincidimos en que la que más nos convencía era la actual. 
  4. Diseñamos cuidadosa y meticulosamente el Menú de navegación. Decidí añadirle iconos bonitos y apropiados no sólo por estética: más por incrementar la usabilidad del sitio, pues está psicológicamente demostrado que el impacto visual de un icono llega al cerebro mucho antes que la lectura del texto correspondiente. De este modo, los usuarios de retorno (es decir, los más importantes) acuden a la sección correspondiente de manera inmediata: a golpe de vista.
  5. Le prestamos asimismo una cuidadosa dedicación al Slider de la Home: el cliente decidió las 3 páginas cuya visita más le interesaba por parte de los usuarios, y partiendo de esta base compusimos los claims (textos de reclamo) animados. A ellos les añadí imágenes hermosas y adecuadas, expresamente adaptadas y retocadas para el Slider. 
  6. Los textos de las páginas: Inicialmente, el cliente comenzó a entregarme unos textos deshilvanados y (cielos!) compuestos de retazos entresacados mediante el copia-y-pega de otras webs. Le insistí en la importancia de unos textos de calidad, claros, bien estructurados, impecablemente redactados y sin una sola errata. Comprendió perfectamente este requisito, y nos pusimos manos a la obra: Él preparaba las bases de cada contenido, yo los ordenaba, estructuraba y mejoraba –con su ayuda y coordinación, obviamente–, así como les aplicaba la corrección sistemática de estilo y ortográfica (no en vano –modestia aparte– llevo escribiendo desde niño, y he elaborado centenares de proyectos, presentaciones, guiones audiovisuales, textos para internet, literatura de ensayo, narrativa, etc.). El resultado queda a disposición de cualquier usuario que se anime a proceder a su lectura. 
  7. Imágenes: Preseleccioné centenares de imágenes, y después, al hilo de los textos, procedí a elegir las más adecuadas –siempre, insisto, con la aprobación del cliente, quien no dudaba en echar para atrás aquellas imágenes que no le convencían– para cada caso. No me limité, por otra parte, a imágenes de cabecera en las páginas: es un hecho comprobado que, en internet, las parrafadas muy extensas sin imagen alguna tienden a ser abandonadas, mientras que la colocación estratégica de imágenes atractivas –y por supuesto relacionadas con el texto– incrementan notablemente el estímulo a proseguir la lectura, pues permiten un placentero respiro en forma de recreo visual. 
  8. Otro recurso que decidí utilizar fue el de insertar en el inicio de cada página un recuadro destacado con una síntesis del contenido más relevante, estableciendo de este modo dos planos de lectura: una primera lectura rápida, suficiente para muchos usuarios, y sugerente para otros; y otra lectura más amplia y profunda para todo aquel que desee profundizar en cada tema. 
  9. Redes sociales: el cliente carecía de presencia en redes sociales. Le instruí y ayudé a crear una primera base de presentación en las principales redes sociales (que por falta de tiempo y medios no ha proseguido desarrollando: antes de lanzarse como un poseso a echar burradas de horas en esta tarea, así como en abrir, mantener y actualizar un blog de calidad, hay que asegurar la infraestructura material: recursos económicos, humanos y materiales). Esto me parecía fundamental por cuestión de imagen de empresa y de marca: que aparecieran los iconos de las redes básicas y (obvia e imprescindiblemente) sus enlaces condujeran a páginas reales en dichas redes.       
  10. También, como recurso simpático y sumamente instructivo, introduje al final de casi todas las páginas lo siguiente: 2 columnas en paralelo con un listado muy breve y conciso con, respectivamente, (a) los perjuicios del trabajo correspondiente a la página en cuestión mal hecho, y (b) y los beneficios de este mismo trabajo realizado de una manera óptima. Además, acompañé cada listado con imágenes graciosas y/o impactantes, a más de ilustrativas.   
  11. Por lo demás, y por no extenderme demasiado, todos los aspectos UX y UI fueron meticulosamente planificados: sticky menu, widgets y/o banners de la barra lateral, contenidos del footer o pie de página, acceso al área privada de clientes, etc. 

Una vez terminada la web, el tiempo que tardó mi cliente en captar a sus tres prospectos de clientes no llegó a 2 meses. Además, tuvo a bien hacerme saber que la directora del cliente captado más importante para sus intereses, cuya empresa era a su vez la más grande de las tres, le había elogiado encarecidamente nuestra web.

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El rescatador

Anciano pensativo

— Pií… Pií… — sonaban monótonos y rutinarios los pitidos del aparato, en estricta consonancia con los quebrados verticales que, al unísono con aquéllos, se dibujaban sobre la línea continua horizontal del monitor.

Hombre pájaro

El aparato estaba conectado mediante electrodos a un anciano que yacía en una cama de hospital: un hombrecillo enjuto y desgarbado, al que por abreviar llamaremos Pi, en cuyas pupilas asomaba a ratos — pese a la enfermedad que lo consumía — un brillo pícaro, como de un niño que está cometiendo una travesura.

Junto a la cama, una anciana — a quien Pi llamaba, en este caso sin asomo de picardía ni desprecio, antes bien con orgullo y extremo cariño, “mi viejita ” — cubría con las suyas, y con cuidado para no despegar el electrodo, una de las manos de Pi.

Anciana sonriente

En aquellos instantes, su viejita peroraba sobre un tal Bernardo Parrales. Este Parrales era un afamado columnista de renombre nacional.

— Y Parrales, Bernardo… Otro que tal baila… Como todos… Todavía le recuerdo, de jovencito, apareciendo por la tienda con tez cadavérica, el rostro demudado por la urgencia y la incapacidad de hilvanar la columna para aquel periodicucho de provincias en que trabajaba entonces… Y tú, como siempre y como con tantos otros… como con todo el mundo, en realidad: le recibías efusiva y cortésmente, y le decías: « Vamos a echarle a un ojo a esos apuntes, que seguro que la cosa tiene arreglo… ». Y al rato, tras una o dos horas, con tus consejos y supervisión le habías dejado lista la columna, lustrosa como un fino guante de seda… Y él se marchaba entusiasmado y deshaciéndose en elogios de gratitud… ¡Pero anda que se le ha ocurrido alguna vez –una sola vez– volver a visitarte a la tienda, después que pasara a ser columnista de renombre! O al menos hacerte alguna mención en alguna parte… Y como él, tantos otros, escritores de todo tipo que ahora están encumbrados: periodistas, poetas, novelistas…

— Ay mi viejita: Son hombres importantes; están demasiado ocupados con su escritura, las tertulias, promoción de sus obras y demás… Aparte, yo no hacía otra cosa más que sacar a la luz lo que los manuscritos ya tenían en sí mismos… Aquello que su inexperiencia, impaciencia o nervios les impedía ver por sí mismos…

— Y yo que mira que te lo dije una y otra vez: que, con tanto tiempo libre como te dejaba la tienda, que por qué en lugar de dedicar tu tiempo a los demás no te centrabas en sacar adelante tu propia obra, que proyectos los tenías, ¡y bien buenos! Que algo de literatura sé, aunque sólo sea como ávida y tenaz lectora…

— Ay mi viejita: Muchas veces me lo planteé… Pero me faltaba, me faltaba… No sé cómo llamarlo… El hambre de éxito, la necesidad de reconocimiento, o así… Es algo comparable a lo que, en los boxeadores de primera línea, llaman el instinto killer : el afán de llegar a la cumbre pase lo que pase y pese a quien pese. Pues bien, esa misma avidez, esa tenacidad, ese afán a prueba de bombas, es lo que yo observaba en todos esos escritores en ciernes a los que alguna que otra vez les eché una mano, por lo demás modesta. Pero es que yo jamás sentí esa hambre, no tenía ni sentía la necesidad del triunfo literario, y ello provocaba que, a los pocos días de trabajar en un proyecto, me hartase de él y volviese a mi querida y divertida rutina en la tienda… Entre otras cosas porque, dicho sea de paso, me resultaba mucho más fácil y ameno supervisar y hacer apuntes sobre la obra ajena que trabajar a fondo sobre la mía. Pero…

Anciano pensativo: ¿El rescatador?

 

En este punto, hemos de hacer un inciso: Pi era un hombre culto, licenciado en filosofía y letras, voraz lector de todo tipo de literatura. Con sus ahorros y la modesta herencia paterna compró un modesto local a pie de calle, y abrió lo que para él era un sueño: una tienda de compraventa de libros usados. O sea, vivir rodeado de lo que tanto amaba: los libros. Y aún más: vivir (aunque fuera modestamente) gracias a ellos.

Y, por otra parte, la conversación que estamos relatando respondía a la veracidad de los hechos: Pi tenía muy buena mano como crítico literario; en seguida detectaba los puntos flacos de las obras ajenas, a la par que sus puntos fuertes; además, tenía un don extraordinario para vislumbrar estructuras, esquemas o ritmos donde los demás (incluidos los propios autores) sólo veían retazos de textos… Como consejero literario no tenía precio y, por no exagerar, no diremos que gracias a él muchas personas se habían convertido en grandes escritores (pues, para empezar, los buenos escritores llevan en sus venas la sangre literaria, y tarde o temprano, con consejeros o sin ellos, la sacan a relucir en su obra); pero sí creemos justo considerar que, tras el paso de muchos de estos escritores por la tienda de Pi, se produjo en su obra un antes y un después : una maduración que, aunque probablemente se hubiera llevado a cabo igualmente sin la colaboración de Pi, hubiera sido mucho más lenta.

Retornamos ahora a la conversación entre Pi y su viejita en el punto en que la habíamos dejado:

— Pero… —estaba diciendo Pi —, la verdad, en estos últimos tiempos, especialmente desde que empezó a fallarme el corazón, yo mismo me he preguntado a menudo lo que tú, viejita mía, con tanta razón me has echado en cara a menudo: que, si hubiera sido más tenaz –o más ambicioso– y menos perezoso, y me hubiera dedicado en cuerpo y alma a sacar adelante alguno de mis proyectos de novela, quizá ahora abandonaría este mundo más satisfecho… No por el hecho de que triunfara o no la novela, sino por el hecho de al menos haberla escrito… No sé, no sé…

— ¡No, no, no! ¿Qué estás diciendo? — clamó la viejita, sumamente preocupada, al ver a Pi sumido en tales cavilaciones, que paradójicamente ella misma había despertado — ¡Tú vales mucho más que una novela, que todas las novelas, que todos los escritores juntos! Porque tú, Pi… Tú… ¡Tú eres un rescatador ! — Y pronunció esta palabra en tono litúrgico, cual si se tratara de una cualidad sagrada, don de los dioses —. Todavía recuerdo la primera vez que te vi… Andabas, como de costumbre, sumamente despistado, enfrascado en tus pensamientos… de manera que, antes de que me diera tiempo a avisarte, te chocaste de bruces con la primera farola que te salió al paso. Aún trastabillando aturdido por el golpe, viste con el rabillo del ojo cómo una inocente criatura, casi un bebé –a la que su imprudente madre, en conversación con una amiga, había permitido desprenderse de su mano– salía a la calzada por entre dos coches… Al tiempo que un temerario conductor avanzaba por ella a toda velocidad… Y, sin dudarlo un instante, ¡te tiraste desde la otra acera para apartar a la criatura de un empujón! Y lo conseguiste, vaya si lo conseguiste… Pero la consecuencia fue que el coche te arrolló la pierna de mala manera, lo que, a la edad que por aquel entonces tenías, te supuso esta leve cojera que has de arrastrar de por vida. Y entonces lo supe: Tú eras –tú tenías que sermi rescatador. Prendada de ti, y en ausencia de un médico presente, argüí mi condición de enfermera todavía en activo para hacerme cargo de tu persona y hacerte un somero examen… Y me las arreglé también para acompañarte en la ambulancia, porque no quería perderte de vista: sabía, supe, desde el primer momento, que te necesitaba en mi vida… Me lo pusiste muy difícil, pero al final conseguí que te decidieras a pedirme una cita…

— Pero, mi viejita, no seas injusta: ¿Cómo que te lo puse muy difícil? ¡Pero si ya en la ambulancia te pedí tu teléfono, así como permiso para llamarte y quedar algún día contigo…!

— Bueno, sí, eso es verdad, pero… En fin, yo sé lo que me digo… — Y, efectivamente, ella sabía lo que se decía: porque, con la característica intuición femenina, desde el principio se dio cuenta de que Pi, si bien sentía por ella una indudable atracción y una viva ternura, no la amaba con la fogosa pasión con que sin duda habría amado a sus predecesoras…

 

Y así era: Pi no sintió nunca por “su viejita ” la pasión desenfrenada del enamorado… Pero, las veces que antaño sintió dicha pasión por otras mujeres, sus amores no sólo no se habían consumado, sino que habían terminado, en mayor o menor medida, en desastre —para él —.

Cuando Pi conoció a su viejita, ambos frisaban ya la cincuentena, y Pi consideró que muy posiblemente ésta era su última oportunidad: la última oportunidad de no vivir el resto de sus días como un solitario sino, por el contrario, compartir su vida, de ahí en adelante, con una estupenda y excelente mujer: tierna, bondadosa, hermosa… y, sobre todo: que le amaba sin resquicio alguno de duda, de sombra, ni de temor a amarle. Antes bien: que le amaba con encendida admiración. De manera que se agarró a su compañía como a un clavo ardiendo. Pero ojo: no se agarró como un desesperado, no… Porque en su compañía sentía a menudo cómo le embargaba la más embriagadora ternura, cómo juntos se reían cándidamente como niños felices… En suma: congeniaban casi sobrenaturalmente. Así que la expresión del “clavo ardiendo” no es afortunada; más valga como descriptiva del denodado empeño, no ya en no perder a su compañera, sino en tornarla su compañera para el resto de sus días.

 

Más adelante, Pi — ya firmemente decidido a proponerle matrimonio — se vio en un brete en lo que a pedirle la mano se refiere… En realidad, el brete no era por temor a que le rechazara — ambos se conocían ya lo suficiente como para saber que la respuesta iba a ser afirmativa —, sino por el hecho de que Pi se había propuesto que la petición de mano fuera su mayor obra de arte: ya que no dejaba obra alguna escrita, o de otra índole, esa su petición de mano iba a ser fantástica: su creación, una obra mágica que no tendría parangón… y dedicada única y exclusivamente a ella.

De hecho, Pi pasó meses rumiando en cómo llevar a cabo la susodicha petición, mientras su viejita se impacientaba, porque notaba que estaba al caer, pero desconocía el motivo por el que — recurriendo a una grosera metáfora, ustedes lectores disculpen — la fruta, estando ya madura, no acababa de caer.

 

Al fin Pi encontró la manera: la increíble, mágica y fantástica manera en que le pidió la mano a su viejita; y todo salió bien… Y para ella fue el colmo de la felicidad.

 

Se preguntará el lector en qué consistió la nunca antes vista petición de mano de Pi a su desde entonces prometida, y más adelante esposa… Pues bien: no vamos a contárselo; no vamos a contárselo, no porque no queramos hacerlo, sino porque no podemos : Con esa tácita comunidad de sentimientos que reinaba entrambos, por la cual no necesitaban mediar palabra alguna para la toma de decisiones importantes relativas a los dos, Pi y su compañera decidieron que nunca le contarían a nadie esta maravillosa proeza; que habría de ser, desde su ejecución en adelante, su secreto, una hazaña amorosa sólo por ellos conocida.

Pareja de ancianos contemplando el paisaje: ¿El rescatador y su viejita?

 

Volvamos al presente de esta historia: La viejita de Pi, al comprobar que su discurso había hincado en llaga y ensombrecido el ánimo de Pi, siguió encendiéndose para animarle (pero sin necesitar por ello de ningún artificio ni retórica, tan sólo expresando lo que de veras sentía):

— Eres un rescatador, Pi, y eso vale más que toda la literatura del mundo, que todos los escritores juntos: Tú has formado artistas, has rescatado espíritus perdidos, has salvado vidas, incluso has salvado almas: ¡Tú salvaste mi alma, Pi! ¿Qué hubiera sido de mí sin ti? ¡¡Eres mi rescatador, Pi!! — Y, al concluir estas frases con indecible y embriagadora ternura, a la viejita se le llenaron los ojos de lágrimas: lágrimas de amor.

A Pi, por su parte, las comisuras de sus labios se le fueron distendiendo en una cada vez más amplia sonrisa — que al final ya trazaba un arco de lado a lado de su cara —, al tiempo que la barbilla se le llenó de bultitos y hoyuelos bamboleantes — a la manera del copete de un flan recién hecho —. Y los ojos se le llenaron de lágrimas: al principio contenidas, luego vertiéndose por su rostro sin sombra alguna de vergüenza.

 

— Piií… Piií… Piií… — sonaron urgentes los pitidos, como el silbato de un árbitro llamando la atención de un jugador faltón… Hasta el punto de que Pi, perdida la noción del tiempo y el espacio, pensó que se trataba de algún escritor novel que reclamaba su presencia. « ¡Pues sí! ¿Qué se espere sentado! Por nada del mundo cambiaría yo este instante de eterna y gloriosa felicidad… »

 

El aparato enmudeció; y, en consonancia con su silencio, los quebrados desaparecieron definitivamente de la línea del monitor, que pasó a ser monótona, permanente y matemáticamente horizontal.

 

 

Ignacio Iglesias
Madrid, febrero de 2017

10 Principios fundamentales para Tu WordPress

10 Principios fundamentales
para hacer un WordPress website hoy en día

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ADVERTENCIA PREVIA

Doy por supuesto el pertinente Estudio de mercado y un riguroso Análisis UX | UI de la web, en función de sus necesidades y requerimientos. Asimismo doy por supuesto el conocimiento más o menos básico de WordPress: instalación, manejo del panel de control, búsqueda, instalación y activación de plugins, etc.

En otras palabras: este artículo NO ES UN TUTORIAL de WordPress (que los hay a millares), sino una serie de principios o pautas básicas que, en mi humilde opinión, deben seguirse por sistema al diseñar y/o desarrollar una web con WP. Tampoco es un listado exhaustivo de toodos los Principios que deben seguirse para hacer un buen sitio web con WordPress. En próximos artículos iremos completando información sobre éste tan amplio tema.

Bola del mundo llena de gente

Vamos a ello:

  1. RWD, Responsive Web Design. Inaceptable hoy en día un website que no tenga diseño responsivo. Esta característica ya nos la aporta WordPress por sí mismo actualmente.
  2. Máxima Usabilidad: Por una parte, seguir a rajatabla la “ley del mínimo click” y, por otra: esforzarse por conseguir que TODO lo importante esté lo más “a mano” (a dedo, en realidad) posible en la web… De lo que se derivan los siguientes Principios:
  3. Sticky Menu. El menú principal debe permanecer siempre en pantalla. “Sticky”, vocablo inglés que literalmente significa “Pegajoso” puede despistar o resultar abstruso, si nos atenemos a este significado literal… Lo que viene a significar es que, aunque el usuario se desplace hacia abajo en la lectura de una página o artículo, el menú permanece siempre visible, generalmente en la banda superior (aunque también puede permanecer en un lateral; en esta web aparece tanto arriba como en el lateral derecho, pero ello es, entre otras cosas, con fines de Demo). La mayoría de los themes o plantillas de WP más o menos recientes nos aportan de por sí esta opción. Para themes más antiguos, o completamente personalizados partiendo de un theme muy básico (caso de esta web) que no aporten esta opción, hay numerosos plugins para implementarla, muchos de ellos gratuitos. Por poner un ejemplo: My Sticky Menu, o Sticky Menu (Or Anything!) On Scroll suelen funcionar de maravilla en la gran mayoría de los casos… ¡Y salen Gratis!
  4. Poner una flecha “Scroll Up” abajo a la derecha de la web. Aunque ya tengas el Menú siempre presente, a veces el usuario no quiere acceder a otra sección de la web, si no volver al principio de la página donde se encuentra… Si ésta es larga, le resultará sumamente tedioso desplazarse hacia arriba con el scroll de la barra lateral del navegador… Con la flecha de Scroll Up, un click y ¡Voilà! Ya estamos en el principio. En esta web utilizo el plugin gratuito Smooth Scroll Up.

Ingeniero diseñando un proyecto sobre pizarra virtual

Pasamos ahora a centrarnos en los Contenidos de la web.

  1. Los Textos. Nada de “Copia y pega”. Si quieres referenciar a una publicación ajena, haz un extracto personal que sintetice su contenido, y enlaza directamente a ella. Cuando se trata de textos originales propios (que es lo suyo), trabájalos a fondo: estructura y redáctalos cuidadosa y esmeradamente, revísalos (corrección de estilo) y evita cometer faltas de ortografía (corrección ortográfica).
  2. Las Imágenes: que sean apropiadas para los textos a los que acompañan y de alta calidad. Si no dispones de ellas, cómpralas en un banco de imágenes. Nunca las piratees; además de que esto al final “canta”, te arriesgas a una cuantiosa demanda, problemas legales, etc. Otra posibilidad es que pidas al autor / propietario te permita su uso en tu web (personalmente, por ejemplo, soy decidido partidario del copyleft).
  3. El SEO on page. A menudo es el gran descuidado de la web… Yo mismo no he empezado a trabajarlo a fondo hasta hace poco: recientemente le he pegado un profundo repaso (aún inacabado) a esta web, tan reciente que aún no se perciben resultados en Google y resto de buscadores. Pero en el último informe que me ha generado https://bankiaindicex.com me ha puntuado el SEO con un 7,2, lo que no está nada mal para empezar. Para abordar esta tarea, ¿qué si no el excelente y completo plugin Yoast Seo? Ahora bien: esto no se hace sólo: requiere, 1º, aprender a manejar este plugin, y 2º, muuuchas horas de trabajo.
  4. Seguridad. Existen múltiples plugins, pero, por no extendernos demasiado, nos remitiremos al más completo y extendido: el Wordfence Security. También son muy importantes los BackUps o copias de seguridad de la web. El plugin BackUpWordPress te permite, por una parte, ejecutar copias de seguridad sobre la marcha y, opr otra, programar copias periódicas automatizadas.
  5. Velocidad. También para agilizar la carga de la web existen múltiples plugins… Citaremos el más extendido: el W3 Total Cache. Ahora bien: hace unos meses, los desarrolladores del Yoast Seo advertían de una incompatibilidad con el Seo de su plugin, por la cual los datos almacenados en la caché del W3 Total Cache perdían el SEO del Yoast… Esto se supone que ha quedado resuelto con una extensión que –si el plugin Yoast Seo está ya instalado– se instala por defecto al activar el W3 Total Cache.
  6. Por último (o primero por importancia): Investiga y aprende, sigue aprendiendo, sigue investigando… Y trabaja, trabaja, trabaja. Ah: y si lo haces en equipo, mejor que mejor.

Mesa redonda de trabajo online interactivo

Bueno, amig@s: Por hoy…

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Cordial, cordialísimo, cordero, corderito

Cordero echado entre la paja

 

Cordial, cordialísimo, cordero, corderito. Corderito de Dios. Mojado en pan sabe muy bueno y te llena de amor.

Ay, viejo cristiano castellano. Cordial, cordero, corazón: Corazón de mi vida, Cristo bendito que tanto te quiero.

Cruz, crucecita, crucifixión. Cada uno a cuestas con su cruz y para ti la más grande, y yo con la pequeña. Querámonos los unos a los otros, porque si no no llegamos a ninguna parte, y así tampoco llegamos pero al menos llegamos bien.

 

El calvario. Calvo calvete. A este paso me voy a quedar calvo. Y es que siempre me toman el pelo. No lo entiendo, con lo mal que sabe: sopa de fideos llena de pelos, y al final ya no sabes cuáles son los fideos y cuáles los pelos. Menos mal que yo soy moreno.

 

Moreno, moroso, morita. Mora morita que sabes muy rica. Que todavía recuerdo tu sabor de cuando de pequeño te cogía a docenas en los campiños galegos. Dulces y nubarrosos y húmedos campiños galegos. Campo campito campestre. Ay mis queridos campiños llenos de meigas y ranas. Atravesados por riachuelos donde nadan las truchas. Lisas y orondas truchas de vientre plateado y destellante. Y mi padre que las cazaba de niño. El experto cazador. Y ahora me le encuentro aquí, en la tierra de los recuerdos, y nos hacemos amigos: dos niños, dos pequeñuelos, dos rapaces que juegan a cazar truchas y a ver quién caza más. “A que yo soy más rápido”. “Una polla como una olla”. “El ajo en el carajo”. “Carajo no, palurdo, que no sabes falar galego, se dice caraio, que me dan ganas de no traerte al mundo”. Ay, Papá, no seas malo.

 

La tierra de los recuerdos. Los recuerdos pasados y futuros que se cruzan y se entrecruzan haciéndose guiños y hermanando así a toda la Humanidad: Millones y millones y millones de hombrecitos y mujeres intentando ligar los unos con los otros. “Yo soy Napoleón”. “Pues yo también”. Y ya no se sabe cuál es el de Waterloo y cuál el del manicomio. Porque los dos llevan sombrerito de papel de periódico viejo. Niñería, travesura de niño a sus anchas en la tierra de los recuerdos.

Ignacio Iglesias con gorro de papel

RETRATO DE IGNACIO IGLESIAS POR LUIS DEL AMO. RETOQUE DE TRESPIES.

 

De pronto yo soy la muchacha que comparte la habitación de mi madre jovencita, casi niña, viviendo en Edimburgo para adquirir el acento inglés[1] y regalárselo a los parientes. Compañera inseparable de confidencias. “Españolas y a mucha honra”. “Desde luego lo de la honra, que honradas lo somos más que ninguna”.

 

Pero ya me he calzado los bigotes y me he vuelto Groucho, tomándole el pelo a Marx. “Caballero, su barba es tan roja que me pone rojo de vergüenza”. “Váyase al fresco, canalla, que esto es la Revolución”. “Demasiadas revoluciones, y luego el disco suena mal”. ¿Te acuerdas, mudito, de cuando me llevaste de viaje en la vespa?: Directos a estamparnos contra un muro, y de repente la moto se tiró el rollo y en vez de estamparnos pegó un giro radical de noventa grados y trepó por el muro lanzándonos por los aires.

Ignacio Iglesias - Harpo Marx

IGNACIO IGLESIAS CARACTERIZADO COMO HARPO MARX.

 

Lo siento, pero estoy un poco cansado porque llevo demasiado tiempo sin dormir. Así que me despido y me voy de la tierra de los recuerdos. Los recuerdos y los sueños. Pero antes de irme me agarra Jesús, Jesusito de mi vida, y dice “Así de niños tenéis que ser si queréis entrar en el Reino de los Cielos”. Y yo, como juego con ventaja y sé lo que va a pasar, le respondo “Si a ti te crucifican a mí también”. Los discípulos se mosquean y exclaman “¡Crío insolente!”, al tiempo que intentan meterme una colleja. Pero el Maestro los detiene con un gesto y, mirándome con ojos tristes aunque llenos de profunda esperanza, me dice con cariño “Hijito, esperemos que no sea así”. “Maestro, quién sabe, espérate no vaya yo a acabar en la Gehenna”. “Tus ojos me cuentan muchos pecados, pero también me cuentan que por alguna parte, en un rincón perdido de tu conciencia, tienes escondido un Sentido del Deber que, si lo sacas adelante y le das vida, puede ser tu Salvación. Pero antes tendrás que acallar tu ansiosa hambre de atención y descentrarte del Mundo: olvidarte de ti mismo para encontrar a los demás. ¡Ánimo, muchacho!”

 

Sus dos últimas palabras resuenan en mi espíritu mientras se difumina la tierra de los recuerdos y voy retornando, rescatado por quién sabe quién, al mundo de siempre o sea la realidad cotidiana que acompaña a las tostadas del desayuno. Estoy emocionado, mis ojos empañados en lágrimas. “Me ha hablado Dios. Te quiero y quiero a todo el mundo, hasta a los malos: Dios pasea el sol y hace llover sobre justos e injustos. Intentaré ir dejando de hacer tonterías y acabar siendo bueno”. Esperemos –espero– que sus divinas palabras no caigan en saco roto.

 

Cordial, cordialísimo, corderito, corazón. Divino corderito que tanto te quiero.

cordero de dios

IMAGEN RECOGIDA DE ESTA WEB. NO FIGURA EL AUTOR.

 

Madrid, Febrero 1991

[1] En realidad, escocés. Nota del revisor