Hermoso documental sobre cómo afrontar positivamente la muerte, desde la aceptación y el amor.
Texto del Autor
Siempre pensé que era afortunado por haber tenido lejos a la muerte a lo largo de mi vida. De mis familiares cercanos, sólo he conocido de cerca la muerte de mi abuela materna; entonces yo tenía 26 años. Murió de cáncer de pulmón con dolorosas metástasis que llegaron a afectar su cerebro, lo que junto con los efectos secundarios de la morfina, le provocaron demencia. Los que entrábamos en su habitación éramos objeto de los más terribles insultos y acusaciones, así que esos últimos días evitaba entrar a verla por miedo a lo que podría llegar a decirme. Todo ello me condujo a distanciarme emocionalmente y no hacer el duelo por su pérdida, creyendo que de esa forma me estaba “protegiendo”.
Ahora intento imaginar cómo podría haber sido su proceso de muerte sin la demencia final o, quizá, con la capacidad por mi parte de acercarme y comunicarme con ella en otro lenguaje, expresado con las mismas tiernas caricias y silenciosa escucha que ella nos ofrecía a mí y a mis hermanos los domingos por la tarde durante nuestra infancia.
La muerte de mi abuela y el miedo profundo que siento con la idea de la pérdida de los míos, me han llevado a cuestionar la forma en que nuestra sociedad actual da la espalda a la muerte. Por todo ello, he tomado la decisión de confrontar el tema, también porque quiero vivir plenamente y en armonía mi propio tránsito de muerte, cuando me toque; un tránsito que algunas personas califican como el momento más importante de la vida. Autoras como Elisabeth Kübler Ross y Marie de Hennezel, que dedicaron y dedican sus vidas a estar cerca en los momentos próximos a la muerte, hablan de la necesidad de zanjar los temas pendientes, especialmente los de carácter emocional; de crear un puente de amor en el abismo de comunicación que se genera entre el que se va y los que se quedan; de llegar a ese momento con calma, entereza y dignidad.
Siento que en nuestra sociedad damos la espalda a la muerte, nos ocultamos de ella y que no aceptarla como parte de la vida nos lo hace pasar peor. Muchos pensamos que la fuente de la felicidad consiste en adquirir poder, riquezas o belleza y pretendemos vivir indefinidamente. Nos escondemos de la muerte y por tanto, escondemos la muerte de nosotros. Preferimos no pensar ni hablar sobre ella. Si somos testigos de sucesos o catástrofes, nos consolamos pensando que no nos ha tocado. Somos como niños que se tapan los ojos jugando al escondite y se figuran que nadie los ve.
Mi objetivo con La Danza de la Vida es ayudar al espectador a que abra una nueva ventana que pueda ventilar y esclarecer sus ideas sobre la muerte para que esta palabra adquiera una nueva dimensión. Un viaje en búsqueda de formas de prepararnos para la temida, escondida y muchas veces olvidada muerte. Con La danza de la Vida me gustaría traer un soplo de aire fresco sobre el tema, jugar con ella a nuestro favor, una celebración de la vida con todos sus matices y reveses.
No hace mucho tiempo escuché una frase que se me quedó grabada: “Llevamos la muerte tras el hombro izquierdo y ella es nuestra mejor consejera.″
Jerónimo Molero – director de La Danza de la Vida